Artículo Revista del Campo reportaje Miguel Angel Moya
Lunes 17 de Septiembre de 2012
La historia del emblemático club de rodeo
No hay chileno que no los haya visto. Cada 19 de septiembre, en la Parada Militar, un grupo de huasos le ofrece al Presidente de la República un esquinazo y un brindis de chicha en cacho, en una tradición que ya tiene 58 años. Pocos saben que ellos son parte del Club del Rodeo Chileno Gil Letelier.
El punto cúlmine son las Fiestas Patrias cuando organizan desde cursos de cueca gratis para niños y adultos, degustación de comida criolla, una fonda cuequera, charlas sobre el huaso y el caballo chileno, juegos tradicionales, el clásico Rodeo de la Patria (17 y 18 de septiembre), y la Vigilia de la Patria que culmina con los huasos y los integrantes de la Rama Folclórica bailando cueca frente a las autoridades en la Parada Militar.
Su fama ha trascendido las fronteras, y sus contactos internacionales ha impulsado, incluso, la formación de clubes y una creciente competencia de rodeo en Argentina, por ejemplo.
Hoy lucen una casa bien plantada, pero para llegar al actual pie, sus socios han tenido que bailar bastantes cuecas y recorrer mucho hasta convertir al club en una institución modelo.
La casa propia
Humberto Muñoz Núñez , la segunda antigüedad del club, ha sido presidente 11 veces y secretario general en 17 períodos, y ha estado presente en muchos de los hitos de su historia, la que está cruzada con la del país.
A sus 85 años, tiene nítidas las vueltas que han dado para contar con una medialuna, hasta llegar a la que hoy poseen en la avenida Carlos Valdovinos 2951, cerca de donde se situaba el matadero Lo Valledor.
"Este es el tercer terreno. Primero tuvimos uno cedido por la Municipalidad de Santiago en Balmaceda a la altura de Cumming. Ahí hicimos una misa de inauguración con autoridades y el Coro Santa Marta de Vicente Bianchi, que es socio honorario. No alcanzamos a durar un año, porque en tiempos de Salvador Allende, prácticamente nos desalojaron porque ese terreno fue destinado para viviendas", cuenta Humberto Muñoz.
Empezaron a golpear puertas por todas partes, acudiendo a todas las autoridades, luchando por obtener un terreno.
"Conseguimos con el alcalde Mario Farías un terreno dentro de la Quinta Normal, en la chacra Santa Elisa. Ahí instalamos todo, trajimos los durmientes y todo lo que pudimos. Hicimos otra misa de inauguración el 15 de agosto del 73, pero vino el 11 de septiembre y nos echaron. ¿Por qué? Porque éramos colindantes con la radio estación de la Armada, una zona estratégica", dice Muñoz.
De nuevo hubo que tocar puertas, y hablar con alcaldes y visitar ministerios.
"Me informé que habían llamado de vuelta a Chile a María Eugenia Oyarzún, quien era embajadora en la OEA. Fui a saludarla, pero estaba en reunión. Tengo el recorte del diario La Segunda que en un Top Secret dice que anda un huaso muy ansioso paseándose por la Cancillería con un ramo de rosas. Logré saludarla, le regalé el ramo de rosas y le pedí una entrevista", cuenta Muñoz.
Después le hizo ver el sueño que él y sus compañeros huasos tenían desde la vuelta de un viaje a México, donde vieron que el principal lienzo de los charros -la medialuna para nosotros- estaba en pleno centro de Ciudad de México.
Les ofrecieron un terreno al costado del cerro San Cristóbal, que desecharon porque por ahí iba a pasar una avenida que daba al cementerio. Después uno de los socios, René Mendoza, les ofreció un terreno en Maipú, pero les significaría salir de la comuna de Santiago y cambiar sus estatutos.
Siguieron con las gestiones cuando era la alcaldesa de Santiago. Finalmente, María Eugenia Oyarzún les ofreció un terreno cercano a Lo Valledor.
De basural a centro corralero
"Como era el presidente, cité al directorio y vinimos a ver el terreno, era una piscina inmensa de basura, piedras y arena", recuerda Muñoz.
Aún así, lo aceptaron.
La tarea siguiente fue conseguir camionadas de material para relleno. La segunda etapa fue gestionar la plantación de árboles. Se citaba a los socios a reunión, pero tenían la obligación de llegar pala en mano para trabajar en el terreno, emparejando y sacando piedras.
Hoy el lugar tiene una medialuna muy acampada, que recibe a autoridades y a miles de escolares para las charlas que dan relacionadas con el caballo chileno, el huaso y el rodeo; un picadero techado; una pérgola que acoge desde los participantes de las clases de cueca abiertas a la comunidad hasta los remates de caballos chilenos, además de salones, casino y pérgola.
La primera cueca en la Parada
Su historia sigue cruzándose permanentemente con la del país. Como la primera cueca bailada en la Parada Militar.
"Los huasos siempre hacían un esquinazo en homenaje a las Fuerzas Armadas, para mostrar la música no más. En 1969, siendo Eduardo Frei Montalva Presidente de Chile, yo era secretario, el presidente del Club era Raúl Alarcón. Cuando estábamos frente a la tribuna me dice: ya flaco, bájate. Me bajé del caballo y saqué a una niña de la carreta donde iban los cantores y bailamos una cueca, sin permiso de la autoridad, sin protocolo. Y salió en las noticias, con una foto en El Mercurio. Teníamos el gran temor que nos iban a cortar la cabeza por hacerlo sin permiso. Pero nos llegó una felicitación de la comandancia por mostrar el folclore no sólo con un esquinazo, sino que también con la cueca. Una que no estaba ni preparada, simplemente la bailé con el alma. Y desde esa vez el Ejército pidió que todos los años fuera un grupo de huasos a bailar", cuenta Muñoz.
La tradición del cacho de chicha en la Parada Militar se remonta a 1954, con Carlos Ibáñez del Campo, y continuó con todos los presidentes de Chile, en lo que Muñoz define como un privilegio del presidente del Club Gil Letelier.
"Yo les serví el cacho de chicha a los presidentes; a Jorge Alessandri, que entre paréntesis le llevábamos Panimávida para que tomara, pero el jefe de Protocolo dijo: no, él quiere tomar chicha, y tomó chicha. Luego Eduardo Frei y después Salvador Allende. Al general Pinochet cuando llegó y cuando se fue. Posteriormente con Patricio Aylwin, Ricardo Lagos y Eduardo Frei Ruiz-Tagle. Con Michelle Bachelet no me tocó, porque ya no era presidente".
Cachos robados
Para la ceremonia el club tenía dos cachos que eran del mismo animal, que se habían emboquillado y puesto el escudo patrio de plata. En una de las paradas militares uno se le pasó al Presidente, a sus ministros y a los comandantes en Jefe, y el otro comenzó a circular entre los invitados de las filas posteriores. Llegó de vuelta el primero y el otro seguía circulando. Entonces, el encargado del protocolo militar comenzó a presionar para que siguieran. Así que no pudieron recuperar el cacho en ese instante y tampoco después y les quedó uno solo.
Y hace un par de años también se lo robaron. Lo tenían dentro de la caja fuerte en la secretaría del club. Una noche entraron y se llevaron la caja fuerte. Por suerte, lo encontraron, pero sin los adornos de plata. Tras restaurarlo ahora está guardado en la bóveda de un banco, listo para salir el 19 de septiembre.
Un gran embajador
Si bien nacieron y crecieron en Santiago y han extendido su labor a todo el país, también han marcado sus huellas y las del huaso chileno en otros países.
En 1968 llegó una invitación de la Federación de Charros para asistir a la inauguración de las Olimpiadas. "La Federación de Rodeo la transmitió a la Asociación Santiago y la Asociación Santiago estimó que el único club en que podía descansar en cuanto a seguridad y responsabilidad sería el Gil Letelier", dice Muñoz.
La recepción fue toda una sorpresa. "Íbamos unos ocho del Gil Letelier y otros de otros clubes. Uno, René Mendoza, era íntimo amigo con el presidente de los Charros del Pedregal. Y al saber que íbamos, nos prepararon otra bienvenida. En el aeropuerto se juntaron dos entidades esperándonos, con mariachis, banderas y todo lo demás".
También estuvieron en Uruguay para el centenario de la Asociación Elías Regulez. A Buenos Aires, Argentina, llegaron invitados por la Asociación de Gauchos para participar en un homenaje a Atahualpa Yupanqui, estuvieron con el Presidente Carlos Menem y desfilaron por las principales avenidas.
Años más tarde, cuenta Héctor Rodríguez, investigador histórico y encargado de comunicaciones de la institución, una delegación volvió a Argentina, específicamente a Rivadavia y a Mendoza, para apadrinar al Club de Rodeo Cuyano (similar al nuestro), y también para participar, durante tres años consecutivos en la Posta Sanmartiniana, evento que recuerda la gesta del General José de San Martín cuando se preparaba para el Cruce de Los Andes.
"Hicimos amigos y compartimos tradiciones al tranco del caballo, colaborando también a la difusión de nuestro deporte huaso en Argentina, donde se ha ido propagando sobre todo en Cuyo, haciendo más relevantes las cualidades del caballo chileno", dice Rodríguez.
Los recuerdos también son cercanos. "Estábamos iniciando la serie Campeones en la medialuna de la Cabaña Tulumaya, de repente dicen: rescataron a los mineros en la mina San José. No lo podíamos creer. Lo más emotivo sucedió cuando se dio la noticia a todo el público y éste se levantó en su totalidad y se puso a aplaudir. A todos los chilenos que estábamos allí se nos hizo un nudo en la garganta al ver esta muestra de cariño de los hermanos trasandinos", comenta Rodríguez.
Mirando hacia el futuro
A pesar de los logros, hace poco estuvo en jaque la renovación del comodato por el terreno donde tienen la medialuna. Finalmente, en agosto lograron un acuerdo con el municipio de Santiago, por diez años.
"No es lo óptimo, porque tenemos sólo diez años seguros. Y entre las exigencias se incluye una serie de inversiones. Entonces, uno como director empieza a pensar si valdrá la pena invertir tanta plata, si no sabemos si después podremos continuar", comenta Rodolfo Morales, quien preside el Gil Letelier por segunda vez.
Las inversiones son para mejorar las instalaciones y estar acordes al impacto positivo en la zona esperado con la nueva línea del Metro.
"Son exigencias mayores. O sea, esto no puede ser solamente un club de huasos, tiene que ser un club que muestre lo que es el folclore a todo nivel, y lo tenemos que asumir todos. No por nada es el club ícono de Chile. Debemos mantener ese estándar", señala.
La mantención económica
Con tantas instalaciones a la vista en las 3,7 hectáreas, no es fácil mantenerlas, económicamente hablando, ni tampoco financiar las actividades que realizan durante el año, especialmente en septiembre.
Sólo para el recinto se requiere un millón y medio de pesos mensuales, y para hacer un rodeo la cifra es cercana a $30 millones, la mayor parte para arrendar el ganado. A eso se van sumando diferentes mantenciones.
La magia para solventarlas se hace a través de licitar los stands que se funcionan durante estas fechas. También mediante postulaciones a proyectos y aportes de empresas y de los socios. Se arrienda el recinto para remates de caballos y eventos de empresas. "Un rodeo no deja ganancias; quedamos con saldo cero o a veces con saldo negativo, pero durante el año se recupera la tesorería", dice Rodolfo Morales.
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